La prostitución es uno de los oficios más antiguos del mundo. Hoy en día tiene un marcado carácter peyorativo, pero en otras épocas la prostitución fue vista como algo muy diferente y perfectamente integrado en la vida cotidiana.
En tiempos del Imperio Romano, la prostitución era ya algo habitual. Así lo recogen testimonios como el de Catón El viejo, quien sostenía que es bueno que los jóvenes poseídos por la lujuria vayan a los burdeles en vez de tener que molestar a las esposas de otros hombres.
Los romanos eran relativamente liberales en las relaciones sexuales. Era costumbre que los hombres casados tuviesen relaciones extramatrimoniales. Esta promiscuidad conllevaba que los ciudadanos más poderosos destinasen algunos de sus esclavos única y exclusivamente para el sexo sin importar género o edad.
Las prostitutas eran educadas desde niñas para ofrecer buena conversación y placer a los hombres y debían vestir de una manera diferente para ser fácilmente identificadas. Además, debían estar inscritas en un registro especial. Antiguos escritos revelan que en el año I d.C, Roma contaba con unas 32000 prostitutas.
Tenian una jerarquía entre las mujeres que se dedicaban a la prostitución. Existían, pues, diversos tipos de prostitutas:
– Prostituta: entregaba su cuerpo a quien ella quería. Tenía poder de elección.
– Pala: se entregaba a quien pudiese pagarla
– Meretriz: ofrecía sus servicios por sí misma, sin necesidad de alcahuetas o intermediarios
– Prostibulae: no pagaban impuestos
– Ambulatarae: aquellas que trabajaban en la calle o en el circo
– Lupae: ofrecían sus servicios en los bosques cercanos a la ciudad.
– Bustuariae: las que ejercían en los cementerios.
– Delicatae: prostitutas de lujo, reservadas para los altos cargos o mandatarios.
Aunque era un oficio desempeñado fundamentalmente por mujeres, en la Roma Clásica también había prostitutos que esperaban a las mujeres en las esquinas de las calles, termas o baños públicos, mujeres que, en muchos casos llegaban a pagar cantidades desorbitadas por sus servicios.
También se daba el caso de mujeres que ejercían la prostitución única y exclusivamente por placer, como la hija del emperador Augusto o la esposa de Claudio (famosa por haber ofrecido sus servicios a toda una centuria en menos de 24 horas).