Hay una ley básica de la naturaleza del cuerpo humano: todo lo que entra tiene que salir. Las drogas no son una excepción a esa regla.
El problema del desecho de droga es que las plantas de tratamiento de aguas residuales no filtran estos componentes, porque no estuvieron designadas para tal fin.
Entonces, al seguir su rumbo y entrar en contacto con el medio ambiente, ríos y costas, estas drogas y sus subproductos afectan a la fauna.
La revista Biología Experimental, publicó recientemente un estudio de República Checa en el que académicos aseguran que las metanfetaminas generan cambios en las truchas silvestres marrones.
Y ustedes se preguntaran ¿en qué nos afecta eso? Básicamente, la adicción de la fauna a las drogas genera cambios en su comportamiento y en consecuencia hay cambios estructurales y genéticos.
El estudio nombrado evalúa la concentración de metanfetamina en agua y la afectación del cerebro de los peces. La técnica utilizada consistía en exponer a las truchas, durante 10 semanas, a aguas contaminadas para luego pasarlas a un tanque de agua sin drogas.
Los resultados revelaron que en el agua limpia, los peces se movían menos, lo que fue tomado como signos de abstinencia, al igual que los seres humanos. Ante la elección, prefieren el agua con drogas.
Este no es el primer estudio en hallar rastros de drogas ilícitas en la vida silvestre. En 2019, científicos en Reino Unido informaron de la presencia de cocaína en camarones de agua dulce en los 15 ríos donde ellos tomaron muestras.
Un grupo internacional de científicos llamó a compañías y organismos reguladores a analizar los efectos tóxicos en el comportamiento de nuevos químicos como parte del análisis de riesgos.
En síntesis, para controlar la cantidad de fármacos en fuentes de agua, se debería mejorar los filtros en las plantas de tratamiento de aguas residuales y obligar a las compañías de agua potable a asumir mayores responsabilidades para asegurarnos que estas aguas no afectan la vida silvestre.